Nacido en Granada, fue ya
desde su infancia calificado por algunos como talentoso y precoz. Para aprender
la lengua inglesa, y también la pintura en acuarela, sus padres, de un alto
nivel económico, lo enviaron a estudiar a Richmond, Gran Bretaña. En 1860,
cuando contaba con tan solo 9 años, salió de Inglaterra para continuar sus
estudios en París.
Los cuerpos que Falero pinta
son rotundos, muy femeninos, poco hay en ellos de idealización, es decir, de
sugerencia al intelecto; son, antes bien, cuerpos que destilan la sensualidad
de lo mórbido, de la carne naturalmente representada. La rotundidez de la forma
actúa directamente sobre los sentidos, los estimula desde su explícita
presentación, no necesita la artimaña de la sugerencia: los cuerpos hablan
solos (ya los rostros sonrían pícara o francamente, ya se muestren inquietantes,
eso es subalterno ante la línea depurada de las curvas voluptuosas que dicen
más, en este caso, que los rostros).
Bien es cierto que todos
esos cuerpos están bien formados, siguen el patrón de lo bello, de volúmenes
redondeados, sinuosos, esplendorosamente turgentes, no tienen nada que se
separe del canon de lo posible real. Solo que Falero lo utiliza y repite hasta
la saciedad insaciable.
Fuentes:
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes que aparecen en este blog
corresponde a sus autores y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo
de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, a los que admiro,
y que otras personas disfruten contemplando sus obras.
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